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Cartas entre Moscú y Lisboa

México DF II: Delirios patrióticos o ¿la agonía del nacionalismo?

México DF II: Delirios patrióticos o ¿la agonía del nacionalismo?

Querido A,

Su última misiva, como todas las anteriores, no tuvo desperdicio.

Estaba calculando mi respuesta que debería haber sido El Saucejo I, pero por circunstancias que de sobra sabe, no pudo ser. La dejo en la recámara.

 La cosa es que los acontecimientos, y un par de noches de insomnio, me han obligado a volver al teclado para el México DF II que es, como siempre, ese plumazo –ese quiero y no puedo- sobre la realidad que me circunda. (Recojo el guante y dejo mi “reportaje personal sobre el narco” para otra ocasión. Aventuro será más sobrio y menos amarillista que el de Jon Sistiaga; “Tepitos” hay en todas partes joder. Adelanto, que jamás vi nada más ruin y menos periodístico, me pregunto: “¿se bajaron del coche en algún momento?”; “pellizcos de monja” que usted  bien aclama. Como el folletín patrio que cambia de titulares como de corbatas y todos tan panchos. Buenísimo. Sobre las declaraciones de Calderón que lo alucinaron, es justo eso que se imaginó: oportunismo político. En la próxima intentaré deshebrar todo esto si es que uno es capaz de eso. Lo de Rusia, una tragedia colosal que pagan los de siempre como todo lo que rodea su literatura y su historia).

Lo que pasa, querido amigo, es que en estos templados días de septiembre en los que la lluvia tímidamente empieza a remitir en la región más transparente -le recuerdo que en este país sólo hay dos estaciones: seca y lluviosa- y el sol por fin calienta las cuatro macetas que a duras penas sobreviven en mi minúsculo balcón, se “festejan”  los fastos conmemorativos del bicentenario de la independencia y centenario de la revolución de México.

14.000 policías rodean mi casa porque, para más información, vivo a una cuadra (una manzana) del simbólico “Ángel de la Independencia” donde los mexicanos se reúnen para celebrar todo, desde victorias futbolísticas hasta manifestaciones sindicales o fiestas de 15 años. Se está preparando para la tarde noche del día 15 un espectáculo –en mexica: una pachanga- colosal de luces, sonido y pirotecnia como gustan los sumos sacerdotes políticos de nuestra era, tipo olimpiadas. Todo, como ya hicieron mayas y aztecas en sus rituales del Sol Naciente, para embelesar al pueblo con faramallas históricas en voz grave y escenificaciones a lo circo de soleil; organizado por un australiano con los conciertos de los artistas del momento… En fin, un “relajo” gigantesco como se dice por aquí que se dará en tv en emisión única y cerrada a través de la presidencia de la república. No faltarán a la cita ni la reciente miss universo y el prodigio de Alondra de la Parra. De hecho, mientras escribo, retumban los gemidos de las pruebas de ensayo en los cristales y resuenan los ecos de las sirenas  en mi humilde departamento de Río Ebro, Colonia Cuauhtémoc. Le dejo el reportaje de la periodista más aplaudida de este país (en dos partes). La discusión de si es momento de conmemorar, celebrar o festejar no ha escapado a la escabechina política.

Como parte de los actos de conmemoración, el ínclito presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Don Felipe Calderón Hinojosa, nos ha regalado a cada casa un librito con la historia oficial – un folletín vamos- junto con una bandera, el himno nacional  y una patriótica carta dirigida, faltaría más, a todos los mexicanos y las MEXICANAS. Como yo no soy ni de una cosa ni de la otra, este gesto del Sr. Presidente me ha servido de cuartada una vez más para hacerle llegar mis burdas (i)reflexiones, pues “cuanti más viejo”, menos entiendo de todo esto, y más me desasosiega.

 Empecemos con la Historia por defecto profesional. En la madrugada del 16 de septiembre de 1810 un cura parrandero, mujeriego y jugador conocido por sus tropelías “morales” se levanta en armas contra el Virreinato de la Nueva España dando el “grito de Dolores”; ¿qué gritó?: “Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América. Y muera el mal gobierno...". Es decir, era católico, monárquico, admiraba al peor rey de nuestra historia -y la suya hasta ese momento; únicamente estaba en contra de los abusos del poder virreinal que desde 1808 se había constituido ante el vacío de poder causado por la invasión francesa cuando el ejercito francés ocupó España por la desidia de los incautos Carlos IV y Fernando VII. Éstos además fueron secuestrados y obligados a abdicar en Bayona a favor de Napoleón Bonaparte, lo que llevó al cambio de rey con la llegada de su sobrio hermano José I -conocido como Pepe Botella- y al arranque de la también patrióticamente manipulada guerra de la independencia española: el 2 de mayo, la guerra de guerrillas, Curro Jiménez  y por ahí. En el México de hoy el grito del cura hidalgo ya no se lleva. Ahora se grita “Viva México”, otrora fue “Mueran los gachupines”, lo que da una muestra de cómo se tergiversa la historia en pos de la publicidad del poderoso de turno. Al de turno le ha gustado más el “Viva México y viva la Bandera Nacional”, lo que no es en absoluto inocente como veremos.

Y sin embargo, de lo que no habla la historia oficial es de que la independencia mexicana realmente fue en un primer momento una lucha interna entre los realistas que detentaban el poder -los virreyes llegaban desde España pero el resto de cargos eran nacidos en México- y una casta criolla, ilustrada, “liberal”, ya acaudalada, que reclamaba más cuotas de poder.

Además no podemos olvidar que los vecinos del norte ya se habían independizado con constitución incluida. El levantamiento de Hidalgo tuvo poco fuelle, al año fue encarcelado, juzgado y fusilado. Le seguiría con más éxito el cura y militar José María Morelos , que al final correría la misma suerte. Muchos personajes más de esta nueva élite que vivía a la europea en México intervinieron pero no fueron ellos los que consiguieron la independencia.

La independencia formal no llegaría hasta 1821 con la entrada en la Ciudad de México del “ejército trigarante” y se deberá sobre todo a un levantamiento que tuvo lugar en la denostada Madre Patria, en particular en las Cabezas de San Juan, donde el coronel Riego se levantó en armas para restituir la constitución de Cádiz de 1812 dando inicio al trienio liberal (1820-1823). 22.000 soldados destinados a sofocar los disturbios mexicanos se quedaron en tierra para luchar por los derechos por los que suspiraban (Fernado VII dixit); ¿se imagina? Mal pagados y mal pertrechados a morir a América,” ni madres” que se dice aquí.

Y lo más inverosímil y velado por la historia oficial es que por más que lucharon y murieron los criollos liberales denominados “los insurgentes”, al final fue otra conspiración ideada por el Brigadier Agustín de Iturbide junto con conservadores y realistas oportunistas, quienes declararon la independencia con un objetivo: no tener que acatar en suelo americano La Pepa de Cádiz –aprobada en España por Fernando VII, aunque luego la aboliera- ya que atentaba contra muchos privilegios de clase y contra los bienes de la iglesia. Es decir, que en la escuela a los pobres mexicanos les dieron gato por liebre. Como intenta la propaganda presidencialista hoy con su parranda patriótica. Los insurgentes –los ideólogos- fueron masacrados y denostados. Los mexicanos oportunistas, empezando por el ávido Iturbide que se coronó como Emperador de México, se hicieron con el poder y fundaron un país sobre la tierra ensangrentada por la lucha fratricida para no cambiar nada, para dejar las cosas, socialmente, como estaban, políticamente, como les convenía a los nuevos poderosos ahora sin el resguardo de un rey o una metrópoli a la que reclamar. Nacieron nuevas leyes a partir de aquí, pero como las de hoy, se quedaron en un altar como la Virgen de Guadalupe, para alabanza del pueblo pero sin poderlas tocar.  

La cosa es que el mito tergiversado de la independencia en busca de justicia y libertad viene al pelo para los fastos del 2010 porque se reclama unidad, unión frente ¿al enemigo?, frente al fantasma, que hoy reconocen en el Narco mexicano. Se olvidan, qué ínfima casualidad, de que el enemigo de Hidalgo fue “el mal gobierno”. La patria está amenazada y ensangrentada, dicen las fuentes oficiales que hay unos 28.000 muertos por violencia desde que inició el sexenio del presidente Calderón con su cruzada antinarco.

Seguimos por el himno y la bandera. El himno, copiado de la Marsellesa como casi todos y al contrario del nuestro, tiene letra. Después de leerlo y pensándolo bien, me alegro y no sabe cuánto de que el nuestro no tenga letra. Lo más curioso y normal es que ningún mexicano se lo sabe entero. Sólo se saben el estribillo y la primera estrofa, por así decirlo, la menos sangrienta o políticamente correcta. “Vivan los patrióticos pendones dice en una de las estrofas. La bandera es la tricolor, en la escuela les dijeron que significaba: el verde la esperanza, el blanco la pureza y el rojo la sangre derramada; la verdad es que el blanco simbolizaba la religión, la iglesia, que hasta las reformas de mediados de siglo y la revolución mantendría su poder. El águila posada sobre el nopal (chumbera) y devorando una serpiente (¿el enemigo otra vez?) viene de la mitología azteca, fue la señal para la construcción de Tenochtitlán. Rematan una corona de laurel, la victoria, y de encino por el martirio de los héroes; todavía no he visto aquí ningún encino, mas…  

No hay que sorprenderse  por estas cosas. Todos los estados modernos para sus construcciones nacionalistas han inventado a saco lo que más les convenía y han publicado y enseñado en sus escuelas la historia oficial, la incólume estela de los héroes y símbolos patrios. Para muestra un botón: el Cid que es uno de nuestros héroes patrios más laureados no fue más que un mercenario como se estilaba en la época; y no digamos en Francia, ellos, como casi en todo, inventaron las mitologías nacionalistas, valga la estatua del oportunista y sanguinario Danton (el contemporizador según la historia oficial) en la Place de l’Odeon; Chateaubriand da buena cuenta de él en sus memorias, esa parte es de mis preferidas.

Y para terminar con mis (i)reflexiones antipatrióticas –ojo, por esta “jalada” me pueden expulsar del país constitucionalmente- voy al punto más escabroso y más digno de estudio. Algo para un buen ensayo, y no para una simple epístola de un torpe amanuense como es el caso.

La carta que envía el Sr. Presidente no tiene desperdicio y chorrea patrioterismo populista al estilo del s.XIX, es decir, acorde con la época rememorada. Sin despeinarse -porque vaya si se peina- al blanco de la bandera ahora lo reconoce como el color de la paz; lo que leído entrelíneas -como se deben leer los discursos políticos- subyace que estamos en guerra. Pero lo más significativo del texto es el uso y abuso de la palabra “orgullo”. De hecho, el lema del bicentenario más mediatizado es “200 años de ser orgullosamente mexicanos”. Y termina la carta con el ya mencionado grito de este presidente que en unas horas desgañitará en el Palacio Nacional -véase Zócalo de la Ciudad de México- cuál Hidalgo con la imagen de la Virgen de Guadalupe convertida en lábaro patrio: “Viva México y viva la Bandera Nacional”. Por cierto, en la carta se habla de pasado indígena, pero no de pasado español, más política, y más velo histórico.

El mensaje está claro. El nacionalismo mexicano inculcado generación tras generación a sangre y fuego en las cuatro esquinas de este extenso país, sin importar clase, etnia, cultura o condición, está en crisis. Los estrategas políticos vuelven a la cuartada de la identidad nacional, del patriotismo ciego para justificar cualquier tipo de política. Tras la revolución de 1910, cuyo centenario también se conmemora hoy, el nacionalismo mexicano ha justificado todo, hasta los 70 años en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que acabaron corrompiendo su propio sistema de partido único hasta la saciedad y cuyo resultado es un sistema político donde la corrupción y los intereses particulares están por encima de cualquier derecho. Muy posiblemente, tras 10 años de supuesta transición a la democracia con el Partido de Acción Nacional (PAN), el PRI vuelva al poder en las elecciones del 2012 con un tal Peña Nieto -este merece otra carta pa el solito- que junto a la futura primera dama, La Gaviota – sí, la de la novela-  preparan su asalto presidencial con todo lo que eso conlleva de mover hilos de poder, mafias, clientelismo, etc.    

Entre las reacciones antipatrióticas del momento ha tenido éxito la, al parecer, escabrosa –no la he visto todavía- película “el infierno”.

Un mexicano le dirá, oye pero qué pasa en España con los catalanes, fui a Barcelona una vez de turismo y me hablaron en catalán los maleducados y no entendía nada, eso está de la chingada mano… En México hay reconocidas más de 300 lenguas indígenas entre troncos comunes y dialectos y decenas de comunidades con sus propias tradiciones, acervo cultural, territorio… Ni la conquista, ni la nacionalización y usurpación de sus tierras tras la independencia, ni la entrada de las grandes multinacionales han podido acabar con esas razas, con esas gentes, con esas culturas y lenguas… Pero bueno eso de la diversidad nunca ha supuesto un problema. Aquí ya no hay, en teoría, ni indios ni criollos ni nada, sino ciudadanos mexicanos con derechos y obligaciones.

Y sin embargo, muchos de esos ciudadanos, analistas, intelectuales críticos de esos que no hacen pupa, iletrados, ingenieros, narcos, fontaneros, maestros, muchos, muchos se preguntan si hay algo que festejar dado que, después de 200 años de ser orgullosamente mexicanos, se levantan y se acuestan todos los días con la violencia, las inundaciones, el paro, las devaluaciones del peso, la corrupción, la extorsión, el secuestro, la inseguridad… El nacionalismo mexicano inquebrantable se resiente. El mexicanismo de merchandising made in china de banderas y sombreros, el mismo de las roja y gualdas en las ventanas de mi pueblo tras la victoria en el mundial, ese nacionalismo futbolero ya no es más que el retablo de las maravillas que esconde nuestras miserias y nuestra ignorancia talibán.

¿Estaremos en el principio del fin de los estados-nación y de sus nacionalismos mitológicos? Demasiada pregunta para líneas tan inocuas.   

Si este país un día mejora en “justicia, democracia y libertad” –las utopías del s. XXI- y los mexicanos siguen siendo mexicanos, mi hipótesis habrá quedado en un mero ensueño fruto de los desvelos. Pero la historia demuestra que nada nace para no morir o transformarse, así que “Viva el pueblo mexicano cabrones y abajo el mal gobierno”.

Su amigo que lo estima,

JR

PS Espero que los amigos mexicanos que lean esto no se enojen. La naturaleza me ha otorgado el privilegio de ser una persona mesurada que vive con los ojos abiertos, observador que se dice, y esto me hace sobreponer el beneficio de la duda antes de nada. La realidad como bien aprende uno de la cultura maya siempre tiene sus múltiples caras y sus infinitas máscaras. Por eso, sigo mirando más allá de la triste realidad de los medios de (in)comunicación de masas y sigo admirando y conociendo este apasionante país, cuya historia es una fuente inagotable y fascinante de conocimiento. Por no hablar de la gente, de su comida, de sus mujeres…

2 comentarios

JR -

Abelardo,

Agradezco y no sabe cuánto el comentario desde dentro del "orgullo". El mío venía desde fuera; desde ese punto que deja ser extranjero en tierra amiga. Espero queden muchas más pláticas "de familia".

Un abrazo,

JR

Abelardo -

Juan Ramón: Felicidades por este escrito. Corrobora lo que siempre hemos dicho en mi familia ("orgullosamente mexicana") que la conquista de México la hicieron los indios y la independencia la hicieron los españoles. Por cierto, estos últimos doscientos años de historia de México contrastan irremediablemente con los 300 años de paz que hubo en el virreinato. Pero no estuvieron exentos de derramamiento de sangre. En la colonia se masacró a los indios y ahora hay por lo menos tres decenas de miles de mexicanos masacrados y seguimos contando. Estamos igual después de 500 años.