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Cartas entre Moscú y Lisboa

México DF VI: El día de los muertos de Calderón y los vivos de Sicilia

México DF VI: El día de los muertos de Calderón y los vivos de Sicilia

Querido A,

Le debo amigo, y ya perdí la cuenta de las veces que lo prorrogo, una carta sobre el narco en México.  Bueno, pues quedará pendiente, aunque hoy le demos un llegue.

Por en cuanto, le voy a hablar del día de muertos (para nosotros de Todos los Santos). La cultura mexicana tiene una forma peculiar de celebrar este día donde las tradiciones indígenas se mezclan con las cristianas. Lo más llamativo son los altares de muertos donde la comida, la bebida, las flores de cempasúchil y las veladoras rinden homenaje y recuerdo a los seres que ya pasaron a mejor vida. Dicen que en algunos cementerios la gente se pone hasta el gorro de tequila sobre las tumbas celebrando la vida con los muertos.   

Usted sabe que vivo muy cerca del Ángel que simboliza la independencia de México (aquella reacción conservadora frente a la Pepa de Cádiz de 1812). Pues en el Ángel se montó hoy un patio de las malvas mexica con sus cruces y sus flores de cempasúchil. Y lo montó un movimiento que lleva meses haciendo bastante ruido en el país: paz con justicia y dignidad. Lo lidera –en este continente donde todavía existe el romanticismo de los adalides carismáticos- un poeta llamado Javier Sicilia. Mataron a su hijo, supuestamente delincuentes ligados al narco. Digo supuestamente porque el principal problema del narco en este país es que uno sabe donde empieza (el tráfico de drogas y armas que lo financia) pero no sabe dónde termina (desempleados, pobres, ricos,  policías, militares, funcionarios, medios, políticos, diputados, gobiernos, DEA).

La cosa es que el poeta Sicilia inició una marcha que como zombis sacó de debajo de las piedras a los vivos, a las familias de las víctimas, las escuchó, las puso en el mapa de la actualidad (medios de incomunicación de masas) y le pidió que marcharan con él por todo el país consiguiendo armar un movimiento auténtico, con mucha fuerza, que ha cimbrado conciencias y sacado de la nota periodística a los muertos (50 mil especulan) convirtiéndose en la Caravana del consuelo. Han revivido a los muertos y han empezado a ponerles nombre  como empezamos los españoles a hacerlo después de Miguel Ángel Blanco. Dicho sea que yo pienso que comparar el terrorismo de ETA con lo que está pasando en México es comparar el tocino con la velocidad, aunque muchos se empeñan en lo contrario. Por esta cuestión tuve aquel altercado con el Maestro Espada. Aunque al final tenga que darle, como no, la razón en parte, puesto que el Maestro Espada cuando vino con sus aires superiores de hidalgo, de antiguo conquistador del periodismo inmaculado, dijo que para empezar a solucionar el problema había que empezar por ponerles nombres y apellidos a los muertos. Con trabajo los españoles les hemos puesto nombre, rostro, historia, a unos cuantos de los menos de mil muertos de ETA. Imagínese el pastel con 50 mil. Van a tener que encontrar mártires, unos cuantos, cuyos nombres sean estandartes que representen al resto que pueden ser sicarios, delincuentes de poca monta, políticos, periodistas, madres, padres, hermanos, hijos, una fosa común y deforme de desafortunados.

En el Ángel hubo hoy danza, canto, lágrimas y gritos para revivir a los muertos en este día. Una madre, cuyo hijo, Carlos Sinuhé Cuevas Mejía, estudiante de filosofía, fue asesinado hace una semana (no se sabe por quién) espetó el odio y la impotencia por la boca insultando a todo aquel que pudo haber evitado la muerte de su hijo, un chico joven, con rastas, que creía en su pueblo. Ésta, es la triste incertidumbre de esta tragedia. Hablaron varias madres más, una ha perdido a sus cuatro hijos; hablaron indígenas con el reclamo eterno de la lenta extinción a la cual están destinados con el auspicio del poder político. Se leyeron manifiestos y se dijeron nombres de algunos muertos. También hubo poesía con la retórica del dolor; Jiménez Cacho, afamado actor mexicano impulsor del movimiento, decía en referencia a algún escrito del poeta Sicilia que “la alegría reúne, pero el dolor une”.

 

Lo más impresionante ocurrió cuando Sicilia abandonó el escenario y las cámaras de los medios de incomunicación de masas. Con sus micros avasalladores y sus objetivos ávidos de nota y de sangre se abalanzaron sobre el poeta para sacarle por los ojos la exclusiva. Una mujer, tal vez era madre, tal vez hermana, de un muerto, se quedó sola en el escenario, clamando su pena al sordo silencio del anonimato, de la fosa común. La cara de Jiménez Cacho, que acompañaba a la mujer  mientras veía como todos los medios se lanzaban al cuello de Sicilia y se olvidaban de las víctimas, era un poema.

 

 

Esta nota, este hecho, ningún medio la recogerá, pero yo se la cuento porque mi cámara estaba fuera de encuadre. El líder que acaba fagocitado(ando) por(el) movimiento y desvirtuando, con o sin querer, su razón de ser. Los medios de incomunicación con su hambre irracional de árboles que oculten bosques.

De aquí Sicilia se fue a la Bolsa de México donde desde hace algunas semanas acampan unos cuantos indignados mexicanos. Oí la plática. Sicilia escuchó, habló y alabó su indignación. Y dijo que veía a los indignados como un movimiento oscuro. Lo poetas saben lo que significa. Se trata de esa oscuridad que necesita la humanidad para conseguir cambios. Pero que el trabajo de los indignados ahora era encontrar luz, claridad. Y para ello les recomendó leer filosofía, de Illich a Jacques Ellul, y la revista Conspiratio. Droga dura anarcocristiana, tal vez demasiado dura para el indignado medio y tal vez “demodé”. Luego hablaron los jóvenes y la cosa se empezó a enfangar con esa cadencia retórica de la igualdad abstracta demasiado oscura; como refería el poeta condescendientemente.

 

Esta nota tampoco la encontrará en los númerosos medios que vinieron este día aquí al lado de mi casa, al Ángel rebautizado de los muertos de Calderón que hoy fue ocupado por los vivos de Sicilia.

Siga con salud,

JR

P.S. Tengo buenas fotos. Las subiré.

P.P.S. El día de todos los santos me trae recuerdos de viejas vestidas de negro murmurando oraciones después de encender la vela y dejar las flores al difunto;  de fotos antiguas de muertos en los nichos; de niños jugando a dar sustos; y uno correteando a la despabilada de turno a ver si podía pellizcar por algún lado. No sé en Castril, pero en El Saucejo era afamado el camposanto como uno de los lugares predilectos para pelar la pava. Eso ya cambió; ahora no hace falta taparse tanto ni queda vivo ese gusanillo.

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